viernes, 29 de mayo de 2009
miércoles, 20 de mayo de 2009
Comenzamos

El repentino y a la vez comprometedor privilegio de abrir esta ventana al placer de compartir experiencias de viaje, me enfrentó con un dilema harto complicado: ¿qué escribir que pretenda parecer interesante o provechoso? Después de darle algunas vueltas al asunto, mi condición de tapatío recalcitrante se impuso y he decidido, a manera de bienvenida, estrenar el espacio invitándolos a que conozcan Guadalajara (me iba a referir a la ciudad como La perla de Occidente, pero son tantas ya las perlas en México —La perla del Pacífico, del Bajío, del Conchos, de Los Altos, de la Laguna…— que no es mi intención hacer un collar y que ya estuvo bueno).
A diferencia de las socorridas invitaciones que recomiendan visitar tal o cual sitio (museos, templos, etc.), esta convocatoria tiene un carácter mucho más amplio, ya que se extiende para que nos visiten en el plan que mejor les venga en gana. Aun con los problemas que encierra (tráfico, multitudes, smog…), Guadalajara es una ciudad con una enorme y muchas veces desconocida diversidad. Es tan conservadora o liberal, ordinaria o extravagante, apacible o reventada, vulgar o refinada, flemática o irreverente, y segura o riesgosa según tus pretensiones.
Así abrimos hostilidades.
viernes, 15 de mayo de 2009
Estuvo cañonísimo


Nunca había hecho cañonismo antes, es divertidísimo... como cuando vas de excursión con tus amigos de la escuela y lo único que quieres es descubrir cada rincón y conocer nuevas formas de aventura.
Mi primer cañón fue en el viaje a San Luis Potosí -para la revista de este año- cerca de Rioverde en el cañón del Pinihuán. Salimos a las 6 de la mañana, compramos chocolates, barras integrales, fruta, mucha agua y cocacolas; no había tomado tanta desde los 13, pero después del primer trago entendí que ahí la bebimos para equilibrar nuestras emociones. Y las frutas... sólo para conectarnos con el medio. Los chocolates ¡siempre es bueno llevarlos!
Por momentos sentía felicidad en exceso, los minutos se me pasaban admirando los paisajes indescriptibles, otros cuantos los pasaba temerosa, pero los más, fueron sensaciones que no conocía. Estuvimos recorriendo el cañón casi once horas, bajo el sol, caminando entre rocas y plantas, rappeleando, saltando cascadas y nadando muchísimo.
Terminé agotada y desperté mi lado más explorador. Mucha adrenalina; aire, frío y calor excesivo.
Descubrí la tierra.